Porque si la creación del arte es natural, la recepción del arte es natural.
Lo que lleva a que: Si yo no veo lo sublime del gran arte es porque, o todo es una conspiración de los expertos en arte que me están metiendo gato por liebre (lo que crea una brecha fastidiosa e innecesaria entre los especialistas y el público corriente) o es porque algo está saliendo terriblemente mal en mi cerebro. ¿Acaso las grandes obras de arte no deberian dejar extasiados a todos los seres humanos, por ser tan trascendentales y espirituales?
Racionalmente, el prejuicio de que el arte debe crearse naturalmente o que es la expresión del algo natural en el ser humano, no tiene absolutamente ninguna realidad en que basarse.
La verdad es que crear arte es un proceso mecánico, que tiene unos métodos, unas formas de facilitar el trabajo, pero sobre todo una influencia del mundo real en forma de interrupciones o de contribuciones: un aviso en el periódico, una conversación escuchada en el bus, la opinión directa de un amigo ¿Me van a decir que ninguno de los actores de la compañia de Shakespeare contribuyó aunque sea con la modificación de un verso en alguna de sus obras? También la misma influencia del escrito ya en el papel o de los colores ya en el lienzo. El arte es un proceso revisionista, de continua reescritura. Todos los miedos del artista, las modas imperantes, las necesidades básicas, los bloqueos creativos, las influencias escogidas, los estilos imitados, la sombra de los maestros. El arte no tiene nada de natural, ojo, entendiendo lo natural como, por ejemplo, el arroyo que facilmente se abre camino sobre las rocas murmurando bucolicamente a su paso; O la semillita que cae en tierra fertil y desde entonces empieza un proceso misterioso e inexorable.
No señores (y señoras) no es natural, ni fluido. Entonces, ¿Por qué se supone que el proceso de recepción tenga que ser natural y fluido? Aquí es donde está lo grave, sobre todo cuando esta hipocresia viene de la academia misma.
Si enfrentamos a un adolescente con un poema y le decimos - Esto tiene que gustarle porque es gran arte - mientras el pobre solo alcanza a balbucear lagrimeando - ¡pero es que no entiendo nada! - Estamos creando dos problemas: por un lado le estamos dando la falsa impresión de que la literatura, la poesía, el arte, se tratan de la interpretación que se haga de este y la posterior valoración; No solo eso sino que (y esto es de cierta forma lo menos grave) le estamos imponiendo una valoración fija. Pero este paradigma interpretativo debe estar mal porque entonces decir que Otelo trata sobre los celos sería equivalente a leer Otelo. Y sabemos que esta proposición es absurda. Además, dado que lo importante de la poesía sería hacer una interpretación de las palabras que tengo al frente mío, implicitamente se está diciendo que la poesía son esas palabras inertes escritas en el papel: esto tiene que ser falso porque sabemos que la poesía es algo vivo y las palabras están muertas.
El otro problema que estamos creando se relaciona con esto último. Cuando no nos tomamos la molestia de enseñar a leer literatura (para hablar de un arte específico, pero igual podriamos decir, enseñar a apreciar una pintura) - Es decir a ir muy despacio, asegurandonos de entender cada palabra y sus interrelaciones, hacer varias relecturas reflexivas, inclusive de poner al texto en el contexto adecuado - Estamos negando a esa persona la posibilidad de experimentar la verdadera poesía. La poesía no son las ideas que "fluyen" del espíritu del autor, la poesía no es una ristra de palabras inertes, aunque estos dos elementos son indispensables; La poesía es la experiencia poética, es el INSTANTE en que el lector entra en contacto con la obra poética, es decir la poesía es un proceso dinámico como lo era el proceso de creación y como este, es un proceso enormemente complejo y fuertemente modulado por una interacción con la realidad. Como el proceso de creación, el de recepción depende de convenciones, de estrategias, de conocimientos previos.
Entonces, ¿Por qué no alfabetizar artísticamente? Habría dos objeciones facilmente descartables. Una, que la alfabetización en el arte sería equivalente a dar el pescado en cambio de enseñar a pescar, que sería como dar una interpretación fija cuando cada persona debería "naturalmente" llegar a su propia apreciación del texto. Lo dicho arriba acerca del cambio de paradigma interpretativo al paradigma experiencial, derriba completamente esta objeción. Enseñar a leer realmente sería como enseñar a esquiar. El instructor de esquí le da las herramientas al novato para que viva su propia experiencia, y la formación no incluye convencerlo de que esquiar es genial o describirle las sensaciones que sentirá en el cuerpo mientras esquía o presentarle lo que muchas personas han pensado acerca de esquiar, a lo largo de la historia. Leer poesía es navegar tranquilamente por los versos hasta encontrar la absoluta felicidad de ese giro sintáctico brillante, de esa metáfora cargada de imaginación, de ese adjetivo indispensable, en donde se encierra la belleza, y eso nadie puede hacerlo por nosotros.
La segunda objeción es que enseñar a leer es equivalente a dar un método cuadriculado que quita toda emoción a la poesía y que amancilla el placer estético. Que si tuvimos que hacer un gran esfuerzo para aprender a leer el arte perdimos algo de nuestra intuición, de nuestra alma poética. Pero esto tan absurdo como decir que si una ecuación en cálculo es dificil de aprender entonces deja de ser importante. Las matemáticas verdaderas, puras, serían entonces las que uno aprendió en prekinder, muy en juego, muy sin darse cuenta como sumar y tal vez hasta restar. Pero las otras matemáticas tendrían algo de mecánico que las hace insoportables. Es la misma historia para el arte. Es más, en el caso de la literatura (y aquí si no me arriesgo a extender la analogía a las demás artes) la dificultad es un valor perseguible. La dificultad o complejidad, que son diferentes y opuestas a la oscuridad y al hermetismo, implican un juego más laborioso y comprometido por parte del autor con ese mecano que es la lengua. Sí, por supuesto, requerirá una curva de aprendizaje más pronunciada, pero de la misma forma que una montaña muy alta requiere un gran entrenamiento y preparación, llegar a la cima literaria al final de cuentas habrá valido la pena.
Aquí es donde entra el lector especializado. Es él quien dice (luego de grandes esfuerzos, no crean) cuando baja de la cima: "No les puedo describir el aire que se respira allí o la magnifica vista; muchisimo menos la sensación de triunfo que me acompaña pero, si confian en mi, les aseguro esto: valdrá la pena."
Entonces, ¿Por qué no alfabetizar artísticamente? Habría dos objeciones facilmente descartables. Una, que la alfabetización en el arte sería equivalente a dar el pescado en cambio de enseñar a pescar, que sería como dar una interpretación fija cuando cada persona debería "naturalmente" llegar a su propia apreciación del texto. Lo dicho arriba acerca del cambio de paradigma interpretativo al paradigma experiencial, derriba completamente esta objeción. Enseñar a leer realmente sería como enseñar a esquiar. El instructor de esquí le da las herramientas al novato para que viva su propia experiencia, y la formación no incluye convencerlo de que esquiar es genial o describirle las sensaciones que sentirá en el cuerpo mientras esquía o presentarle lo que muchas personas han pensado acerca de esquiar, a lo largo de la historia. Leer poesía es navegar tranquilamente por los versos hasta encontrar la absoluta felicidad de ese giro sintáctico brillante, de esa metáfora cargada de imaginación, de ese adjetivo indispensable, en donde se encierra la belleza, y eso nadie puede hacerlo por nosotros.
La segunda objeción es que enseñar a leer es equivalente a dar un método cuadriculado que quita toda emoción a la poesía y que amancilla el placer estético. Que si tuvimos que hacer un gran esfuerzo para aprender a leer el arte perdimos algo de nuestra intuición, de nuestra alma poética. Pero esto tan absurdo como decir que si una ecuación en cálculo es dificil de aprender entonces deja de ser importante. Las matemáticas verdaderas, puras, serían entonces las que uno aprendió en prekinder, muy en juego, muy sin darse cuenta como sumar y tal vez hasta restar. Pero las otras matemáticas tendrían algo de mecánico que las hace insoportables. Es la misma historia para el arte. Es más, en el caso de la literatura (y aquí si no me arriesgo a extender la analogía a las demás artes) la dificultad es un valor perseguible. La dificultad o complejidad, que son diferentes y opuestas a la oscuridad y al hermetismo, implican un juego más laborioso y comprometido por parte del autor con ese mecano que es la lengua. Sí, por supuesto, requerirá una curva de aprendizaje más pronunciada, pero de la misma forma que una montaña muy alta requiere un gran entrenamiento y preparación, llegar a la cima literaria al final de cuentas habrá valido la pena.
Aquí es donde entra el lector especializado. Es él quien dice (luego de grandes esfuerzos, no crean) cuando baja de la cima: "No les puedo describir el aire que se respira allí o la magnifica vista; muchisimo menos la sensación de triunfo que me acompaña pero, si confian en mi, les aseguro esto: valdrá la pena."