Imaginemos una banda de rock de garaje bastante buena. Saca su primer disco, que resulta ser una obra maestra del rock, y vende unas tres mil copias. Ya se preparan para sacar su segundo disco y aconsejados o como sea, se dan cuenta que si hablan de ciertos temas en sus letras o usan cierto tipo de estilo en las canciones, no venderán tres mil copias sino treinta mil. El disco sale, vende treinta mil copias pero es muy inferior al primero musicalmente. La pregunta es: ¿Podemos juzgarlos por hacer ciertos compromisos que les generarán tantos beneficios? ¿Tenemos derecho de quitarles el pan de la boca?
Con respecto a la educación, me gusta imaginar que hubo un momento en la historia (o prehistoria) en el que las calificaciones tenían una función muy simple y necesaria: evaluar la cadena de progresos que con orgullo y dedicación, iba hilando el estudiante. Evaluación necesaria, tanto para el mismo estudiante, como para el profesor y para el sistema en general. A pesar de que es obvio que aún las notas cumplen esta tarea, una función complementaria ha ido ganando importancia hasta ser, en muchos casos, la más importante en la relación profesor-alumno.
Creo que la mayoría de estudiantes aceptarán, una vez se les haya hecho caer en cuenta, que su relación con las notas tiene que ver sobre todo con ser un “incentivo” (más bien una amenaza) para hacer trabajos que de otra forma no harían, no siempre pero sí en la mayoría de los casos. No es que esta función de incentivo sea mala por si misma pero veremos que introduce una distorsión indirecta, muy grave, a todo el programa educativo. Pero para eso volvamos a nuestra banda de garaje.
Teníamos un gran disco poco vendido y un disco no tan bueno, éxito en copias. Cualquier persona medio entendida en el mundo de la música reconoce el primer disco como más valioso; pero, ¿Entonces por qué el segundo generó más ganancias? ¿Qué introduce la brecha entre valor y ganancia? El dinero por supuesto. No es para rasgarse las vestiduras, ni mucho menos. Semejante a las notas, el dinero no es malo por si mismo. Lo fascinante es ver como el dinero al entrar al sistema de valoración del producto musical crea una distorsión (¿Inevitable?) que llamaré distorsión de nivelación, porque puede nivelar diferentes calidades (valores) de producto a la misma ganancia (precio).
La gente necesita dinero. Se compra bienestar con él. El valor de vender treinta mil copias en cambio de tres mil es un valor importante y real, eso debe quedar claro. El problema entonces es, ¿Qué motivaría a la banda ha intentar componer un disco tan bueno como el primero? La primera respuesta que viene a la mente es que la motivarían sus ganas de hacer lo mejor posible o sus principios personales. Pero precisamente los principios o creencias o ideologías, serán eso, personales. Ya no son necesarios frente al público, como en el caso de que la valoración de la banda fuera exclusivamente estética. O mejor dicho, nos parece bueno que la banda intente hacer lo mejor posible, pero ya no podemos exigírselo.
Análogamente la distorsión indirecta que introduce las notas es ¿Qué motiva al profesor ha proponer ejercicios y trabajos interesantes a los estudiantes? Mientras el profesor esté respaldado por el sistema de calificaciones, los estudiantes igual harán los trabajos así no quieran. De nuevo, me gusta pensar en un tiempo prehistórico de la educación, en que aprender, estudiar, descubrir, era el mayor placer del mundo. Los estudiantes no hacían su tarea porque les tocaba, sino porque era un verdadero goce. Pero mientras las notas nivelen la tarea del profesor de la misma forma que el dinero nivelaba los sucesivos discos de la banda, tendremos que confiar en que haya profesores a los que todavía les preocupe dar una experiencia educativa interesante y los que no…pues nada, sólo podemos acusarlos de “venderse” pero es tan inútil como acusar a nuestro grupo favorito de venderse porque sacó un disco de reggaetón: al final no termina cambiando nada.
En conclusión, las calificaciones son el dinero de la enseñanza. No podemos prescindir de ellas pero debemos tener cuidado de que tengan una valoración apropiada.